La inmigración ayuda a revertir el envejecimiento de la población en el país.

En la actual sociedad española, el envejecimiento de la población se ha convertido en uno de los desafíos más apremiantes que enfrentamos, repercutiendo en aspectos económicos, sociales y culturales. Sin embargo, es fundamental reconocer que la inmigración juega un rol crucial en la revitalización de nuestra demografía. Como abogado especializado en extranjería, he visto de cerca cómo la llegada de nuevos ciudadanos no solo mitiga la disminución de la población activa, sino que también enriquece nuestro tejido social. Cada historia de inmigrante que se establece en nuestro país es una contribución a la diversidad, un impulso a la economía y una oportunidad para el intercambio intercultural que nos hace más fuertes como sociedad. La inmigración, lejos de ser una carga, se convierte en una palanca esencial para construir un futuro sostenible y próspero.

El envejecimiento de la población en Europa se está produciendo a un ritmo alarmante, haciendo que el continente dependa cada vez más de la inmigración para mantener su número de habitantes. Un vistazo a las cifras demuestra que, mientras la población global ha crecido enormemente desde 1990, la europea ha visto un aumento mucho más reducido. En términos concretos, la población mundial ha pasado de 5.280 millones a 8.000 millones, lo que representa un crecimiento del 66%. Sin embargo, los países que conforman la actual Unión Europea han experimentado un leve repunte, pasando de 382 millones a 447 millones de personas, lo que equivale a un 85% de incremento en relación a 1990. Esto significa que, a partir de entonces, la contribución de la UE a la población mundial ha disminuido significativamente, pasando de un 7,23% a un 5,5% en la actualidad.

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